Manoli se levantó y caminó hasta arriba de la duna donde estaban tumbadas.
Iba lenta, cansina. Cuando llegó a la cima asomó el rostro; su cara
cambió y se iluminó por un
momento de destellos azules. Se agachó con una agilidad inusual y susurró:
- Paca, Paca, ven, corre que aquí detrás hay una movida del
carajo...
A unos trescientos metros, tras la
duna y el arenal de la playa, una
patera volcada con la quilla destrozada
se mecía casi encallada en la orilla. Las olas la movían siniestra y a
su alrededor, como si fueran algas de las que arranca la mar de leva, una maraña de prendas y bolsas de plástico, restos del reciente naufragio, bailaba roneando con morse de muertos a la Luna.
Se oían gritos, cada vez más
débiles, que venían de lo oscuro,
del mar. A su alrededor, la arena
removida mostraba huellas de fuga de algunos supervivientes que en su mayoría se perdían en la dirección
contraria a la duna desde la que Manoli
observaba en unas difíciles y
dolorosas cuclillas. Un par de jeeps de la Guardia Civil llegaron a la arena y los guardias se desplegaron
desconcertados, apresurados, siguiendo las huellas. A una orden que Paca,
ya arriba, no oyó
cesaron en la persecución y se reagruparon en una
hoz irregular que pretendía cerrar la playa. En la arena solo
quedaba una pareja de mujeres demasiado cansadas para huir haciendo compañía llorosa a sendos cadáveres.
Cuando iban a ser detenidas gesticularon
desesperadas señalando al mar pero
ya casi se habían apagado los gritos. Al fondo, aún más
lejos, la marea traía hacia la orilla
poco a poco, taimada, embusteramente
mansa, otros tres cadáveres.
- Joé, que fuerte, Paca, que movida más dura, tos esos están muertos,
¿¿verdad??
-
¡Cállate, que nos descubren! – chistó la amiga resoplando aún por el esfuerzo de la subida y el impacto de la
visión.
- ¿Y a ti que te importa? ¿Tú has venío en
la patera también?
-
No, pero llevamos en la furgoneta el costo que le hemos comprao al Lolo pa toas
las fiestas y como lo encuentren pringamos como esas criaturitas.
-
Hostias, sí, que no me acordaba. ¿Qué hacemos?
-
Vámonos, recojamos la otra manta y vámonos. Aquí no hacemos na.
-
Voy por ella, vete tú pa arriba y ve arrancando la furgo. (...)
Me encanta el cuento y tu forma de escribir tan pegada a la realidad, suerte
ResponderEliminar