jueves, 12 de noviembre de 2015








Manoli se levantó y caminó hasta arriba de la duna donde estaban tumbadas. Iba lenta, cansina. Cuando llegó a la  cima  asomó el rostro;  su cara  cambió y se iluminó  por un momento de destellos azules. Se agachó con una agilidad inusual  y susurró:

            - Paca, Paca, ven,   corre que aquí detrás hay una movida del carajo...


A unos trescientos  metros, tras la duna y el arenal de la playa,  una patera  volcada con la quilla destrozada se mecía  casi encallada en  la orilla. Las olas la movían siniestra y a su alrededor, como si fueran algas de las que arranca la mar de leva,  una maraña de prendas y  bolsas de plástico, restos del  reciente naufragio, bailaba roneando con  morse de muertos  a la Luna.  Se oían gritos, cada vez más  débiles,  que venían de lo oscuro, del mar. A su alrededor,  la arena removida mostraba   huellas de   fuga de algunos supervivientes  que en su mayoría se perdían en la dirección contraria a la duna desde la que Manoli  observaba en unas  difíciles y dolorosas cuclillas. Un par de jeeps de la Guardia Civil  llegaron a la arena  y los guardias se desplegaron desconcertados,  apresurados,  siguiendo las huellas. A una orden que Paca, ya  arriba,  no oyó  cesaron en la persecución y se reagruparon  en  una hoz  irregular que  pretendía cerrar la playa. En la arena solo quedaba  una pareja de mujeres  demasiado cansadas para huir  haciendo compañía llorosa a sendos cadáveres. Cuando iban a ser detenidas  gesticularon desesperadas señalando al mar  pero ya  casi se  habían apagado los gritos. Al fondo, aún más lejos,  la marea traía hacia la orilla poco a poco, taimada, embusteramente  mansa,  otros tres cadáveres.

- Joé, que fuerte, Paca, que  movida más dura, tos esos están muertos, ¿¿verdad??

            - ¡Cállate,  que nos descubren! – chistó  la amiga resoplando aún por  el esfuerzo de la subida y el impacto de la visión.

            - ¿Y a ti que te importa? ¿Tú has venío en la  patera también?

            - No, pero llevamos en la furgoneta el costo que le hemos comprao al Lolo pa toas las fiestas y como  lo encuentren  pringamos como esas criaturitas.

            - Hostias, sí, que no me acordaba. ¿Qué hacemos?

            - Vámonos, recojamos la otra manta y vámonos. Aquí no hacemos na.

            - Voy por ella, vete tú  pa arriba  y ve arrancando la  furgo. (...)

1 comentario:

  1. Me encanta el cuento y tu forma de escribir tan pegada a la realidad, suerte

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