“Palabras de Adán”, “Palabras de Caín”, “Cuentos de Adán sobre Eva”, “Cuentos Morados”, “Cuentos Lilas”, “Las que llevan el mar sobre sus cabezas y otros relatos morados/ lilas”, “Kompule Mossi, las que llevan el mar sobre sus cabezas y otros cuentos morados/ lilas”, “Depende de ti y otros relatos morados/ lilas”, “Los Cuentos de los Buenos Tratos”, “Los Buenos Tratos”, “Mujeres de Colores”, “Mujeres Fuertes”, “Evas”, “María de los Colores y otros cuentos morados, “Vivas”, “Evas moradas”, “Color de Mujer”, “Rosa más azul da morado”, “El Sexo Fuerte”, “Las Fuertes”…
Cuando, por diversas razones, di a leer el borrador de este libro a un puñado de amigas y colaboradores y les propuse que me dieran ideas para el título, me llovieron sugerencias de diferente tipo y en todas ellas, por eso las reflejo en el párrafo anterior, hay algo del libro que sigue. Gracias.
En este libro hago una recopilación de los “cuentos morados” que he ido escribiendo a los largo de los últimos quince años, colocados casi por el mismo orden que fueron escritos lo que puede daros una idea de cuál ha sido mi evolución durante esos años, desde el 1999, en que el empecé a tomarme un poco más en serio esto de la literatura, hasta el día de hoy. No sólo mi evolución literaria, si es que la hubo, también mi vida personal con sus eventos, sus saltos y sus novedades, se asoma de vez en cuando a estos renglones, no os diré dónde. Son historias diversas con distinto grado de ficción y de testimonio personal que en algunos casos han sido premiadas en certámenes literarios salpicados por el Estado Español, pero que, en la mayoría de los casos, dormían en los archivadores de algún jurado sin la prometida publicación.
Son veinte “cuentos morados”, tres cartas y algunas coplas y poemas, desde los que cuento mi visión del universo femenino, desde donde hago profesión de mi querer ser y hacer feminista. Sin reparos.
Familiar, profesional y socialmente, mi universo vital ha sido muy femenino y por eso, por entender que a lo largo de mi historia y de la Historia, media humanidad ha estado supeditada injustamente a la otra media, independientemente del país, de la religión, de la cultura y hasta de la clase social, esa arista de mi vida se hizo militantemente feminista, entendiendo que trabajar por la igualdad de los géneros es tan necesario como luchar por la igualdad, la dignidad y la libertad de las personas y que estas dos luchas no pueden ser independientes sino paralelas. El futuro del mundo, pienso hoy , será igualitario o no será.
Podría decir muchas cosas, sobre este libro o los cuentos que lo componen pero mis amigas prologuistas han sido muy generosas en el esfuerzo de analizar su contenido y su génesis y, en todos los casos, muy benevolentes con su autor y sus intenciones. Solo diré “Gracias” y que os sea de provecho. A partir del 27 de Noviembre estará a vuestra disposición.
viernes, 27 de noviembre de 2015
domingo, 15 de noviembre de 2015
(...) Paca sabe que la cosa no debe ser
para tanto pero no puede evitar aquellos estremecimientos. Hace años que, como
a las tres y media de la tarde o un poco antes quizás, cuando está
terminando el fregado y se asoma por la ventana de la cocina, ve que algunas vecinas de la calle inician la
peregrinación hacia la escuelita de la calle La Tona. Las ve asomarse muy compuestas, casi como de domingo, a la
casapuerta. La mayoría prefiere esperar a las compañeras que pasan a recogerlas
y es tierno, piensa ella, ver cómo, poco a poco, de puerta en puerta, se va
formando un rio de mujeres risueñas con
afluentes que suman a su paso por las callecitas, una riada de
ilusiones diaria y tenaz que llega puntual llueva o apriete el calor poco antes
de las cuatro en punto a la puerta del colegio siempre antes de que el maestro
o la maestra abran la puerta.
Recuerda con un extraño rubor de complicidad lo que, años atrás, le había contado su vecina de enfrente.
Asunción era una de las pioneras de la escuela, de esas que, durante muchos años, iniciaba el recorrido antes que nadie como si
su veteranía fuera un deber moral. La primera vez que hablaron, hacía muchos
años, fue un descubrimiento. Paqui
llevaba apenas poco tiempo en aquella casa y
casi desde el primer día veía a
su vecina salir sola después de comer y
coger la cuesta abajo con dirección desconocida.
-
¿Dónde va usted cada tarde, señora Asunción?- se atrevió a preguntar Paqui un día
haciendo como que barría la puerta.
-
Al Corte, Frasquita, al Corte- señalando una gran regla de madera que asomaba del bolso y abriendo la mano
en cuya palma sudada jugueteaban unas
hebras de colores
-
Ah, al Corte; pues yo también debería aprender a coser.
-
Pues nada, a ver si te animas y te apuntas conmigo- añadió Asunción suspirando y
perdiéndose discreta calle abajo.
La estrategia del Corte, supo
después Paqui, duró más de uno y de dos
años y no fue Asunción la única que la usó. En dos turnos, a las cuatro y a las siete, las conspiradoras
de la regla de madera y las hilachas en la mano salían furtivas y sigilosas para llegar a la escuela, que
entonces no estaba en el centro, sino en un colegio de EGB de las afueras.
Poco a poco, le había contado Asunción un día que tuvo que dejarle a Juan
Antonio mientras llevaba a Estrella al
médico, fueron saliendo de una en
una y en grupos del armario de la
vergüenza y tomando las calles para sus fiestas, sus trabajos y sus
reivindicaciones. Para cuando se mudaron al edificio de la calle La Tona, las reglas de madera y las hilachas de
colores volvieron a sus cajones y la escuela de adultos –de adultas más bien-
se hizo parte entrañable del paisaje
cultural del pueblo. Ahora Asunción
había dejado de ir a la escuela, ya no oía ni veía bien y las piernas tampoco
le daban para muchas alegrías pero seguía hablándole maravillas de su colegio,
así lo llamaba, cada vez que se
encontraban y la animaba a engancharse.(...)
sábado, 14 de noviembre de 2015
(...)Maloli. Solo su madre la llama todavía Maloli, el nombre que usaba de
pequeña en la escuela, el nombre por el que la llamaban desde lejos las monjas
para afearle que comiera a escondidas en el recreo, haciéndole cruzar con la boca manchada de
chorizo o de chocolate y la prueba del delito goloso en las manos, el
patio infinito del convento-colegio,
ante la mirada atenta, intensa y reprobadora de todo el ejército de anoréxicas - o de hambrientas , que de todo había - que tenía por compañeras; Maloli o Malola, en suma, el nombre que más odiaba. Manuela sonaba mejor, le sonaba a mujer aunque también le parecía demasiado
serio, el nombre que solo usaba para el remite de las cartas y para las solicitudes oficiales. Manoli o
Manuela, así le gustaba que la llamaran, así la llamaba Paco cuando trabajaba
en la oficina del butano; así la llamaba Paca y
cuando se salía de ahí, ella ya sabía que estaba de cachondeo o a punto de reñir por
algo.
-
No, mamá, no quiero la bufanda y no,
no sé, mamá, no sé si vendré a comer... – responde Manoli dándole un furtivo beso en la mejilla a la vez que
criba mentalmente la retahíla materna
para ver cuáles de las preguntas necesitaban respuesta y cuáles quedarán en el
aire , como cada día.
-
Hoy voy a poner” garbanzos como conejos”, Maloli, como a tu padre y a ti “le”
gustan...
-
Ma-lo-li, - vuelve a reclamarla Paca con cierta sorna
y con un tono un punto más
agresivo que el de hacía un rato - sube a la furgoneta de una vez o
nos quitarán el sitio.
Sabe que lo que acaba de decir Paca no es cierto. Más que una
advertencia es una clave secreta, una
contraseña para ayudarla a desprenderse de la invisible cuerda materna.(...)
jueves, 12 de noviembre de 2015
Manoli se levantó y caminó hasta arriba de la duna donde estaban tumbadas.
Iba lenta, cansina. Cuando llegó a la cima asomó el rostro; su cara
cambió y se iluminó por un
momento de destellos azules. Se agachó con una agilidad inusual y susurró:
- Paca, Paca, ven, corre que aquí detrás hay una movida del
carajo...
A unos trescientos metros, tras la
duna y el arenal de la playa, una
patera volcada con la quilla destrozada
se mecía casi encallada en la orilla. Las olas la movían siniestra y a
su alrededor, como si fueran algas de las que arranca la mar de leva, una maraña de prendas y bolsas de plástico, restos del reciente naufragio, bailaba roneando con morse de muertos a la Luna.
Se oían gritos, cada vez más
débiles, que venían de lo oscuro,
del mar. A su alrededor, la arena
removida mostraba huellas de fuga de algunos supervivientes que en su mayoría se perdían en la dirección
contraria a la duna desde la que Manoli
observaba en unas difíciles y
dolorosas cuclillas. Un par de jeeps de la Guardia Civil llegaron a la arena y los guardias se desplegaron
desconcertados, apresurados, siguiendo las huellas. A una orden que Paca,
ya arriba, no oyó
cesaron en la persecución y se reagruparon en una
hoz irregular que pretendía cerrar la playa. En la arena solo
quedaba una pareja de mujeres demasiado cansadas para huir haciendo compañía llorosa a sendos cadáveres.
Cuando iban a ser detenidas gesticularon
desesperadas señalando al mar pero
ya casi se habían apagado los gritos. Al fondo, aún más
lejos, la marea traía hacia la orilla
poco a poco, taimada, embusteramente
mansa, otros tres cadáveres.
- Joé, que fuerte, Paca, que movida más dura, tos esos están muertos,
¿¿verdad??
-
¡Cállate, que nos descubren! – chistó la amiga resoplando aún por el esfuerzo de la subida y el impacto de la
visión.
- ¿Y a ti que te importa? ¿Tú has venío en
la patera también?
-
No, pero llevamos en la furgoneta el costo que le hemos comprao al Lolo pa toas
las fiestas y como lo encuentren pringamos como esas criaturitas.
-
Hostias, sí, que no me acordaba. ¿Qué hacemos?
-
Vámonos, recojamos la otra manta y vámonos. Aquí no hacemos na.
-
Voy por ella, vete tú pa arriba y ve arrancando la furgo. (...)
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